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lunes, 28 de noviembre de 2022

MANUEL PICÓN (VIVIOGRAFÍA)



La biografía y la obra de MANUEL PICÓN estuvieron vinculadas, durante muchos años, y hasta su muerte –en 1994–, a la de Olga Manzano, su compañera artística y sentimental. Olga Manzano y Manuel Picón integraron uno de los dúos latinoamericanos más importantes de los que aterrizaron en España a mediados de los años setenta, concretamente, en 1974.


Manuel nació en Montevideo (Uruguay) el 7 de febrero de 1939, y cursó estudios de teatro y de música, sobre todo de canto y de guitarra.  

Su primera andadura artística fue la formación de un grupo llamado Los Tupambays, dedicado a la interpretación de la música y de la canción tradicional uruguayas.

En 1967, Manuel, tomó la decisión de trasladarse de Uruguay a Buenos Aires para intentar dar a conocer en Argentina el trabajo que desarrollaba con el grupo Tupambays.

Nada más llegar a Buenos Aires, alguien le habló de la Peña de Tejada Gómez, e inmediatamente fue a visitarla. Al entrar por primera vez en aquel local, Manuel se encontró con Olga que, justo en aquel momento, estaba cantando. El cantor uruguayo se quedó prendado de inmediato de la argentina; en primer lugar, por la fuerza y la calidad de su voz y su calidad interpretativa, y, por supuesto, también, por su extraordinaria y éxotica belleza. Y surgió el flechazo.

Manuel evoca y sintetiza aquellos años de su vida en la contracubierta del libro de poemas Nocturnidad y alevosía, escrito y autoeditado por él mismo, en 1989. En concreto, se presentaba diciendo:

“El suscrito nació en Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay, el 7 de febrero de 1939. Algo más de veinte años después canté en público por primera vez. Esto sucedía luego de estrepitosos fracasos como jugador de fútbol, agricultor, estudiante, contrabandista y otros oficios no fácilmente confesables.

“Como cantante, integré varios grupos de corta vida, hasta que emigré a Buenos Aires con el más estable de éstos, llamado Tupambays. Allí nuestra voluntad de unión sucumbió bajo el hambre y el frío y, al grito de ‘sálvase quien pueda’, todos se reintegraron a trabajos menos sacrificados. Yo, no. En mi retirada en desorden conocí a Olga. Media hora más tarde hicimos pareja”.

A partir de aquel momento empezaron a compartir su vida y su pasión por la música y por el canto popular. En un principio, al tiempo que impartían clases de música y de canto a domicilio, continuaron actuando como solistas, es decir, cada uno por su cuenta.

En 1968, Manuel Picón grabó, en Buenos Aires, su primer LP: "Éste es mi canto" (Diapasón Producciones Discográficas), en el que presentó sus primeras doce canciones; entre ellas, "Primeras coplas", "Carta del soldado" o "Negra Ramona", temas que volvería a grabar a dúo, con Olga, en los años setenta.

Pasado un tiempo de aquella unión entre Olga y Manuel –exactamente en 1970– el maestro Osvaldo Avena les recomendó que empezaran a cantar juntos. Así lo hicieron, y dieron origen al dúo que bautizaron con sus nombres: Olga Manzano y Manuel Picón.

Uno de sus primeros trabajos como dúo fue el montaje de un espectáculo al que titularon Cantos a vuelo de paloma, en el que empezaron a contar con la colaboración de Indio Juan, con el que mantuvieron siempre una entrañable amistad.

En 1973, la pareja tuvo su primer hijo, al que le pusieron el nombre de Tabaré, y en enero de 1974 decidieron trasladarse a España.

La situación en Argentina en aquel momento les resultaba muy complicada, tanto desde el punto de vista económico como desde el político; sobre todo, como consecuencia del pensamiento apasionadamente democrático que ambos compartían y de su confrontación radical con los brotes golpistas que, ya entonces, empezaron a surgir, y que, dos años más tarde, en 1976, impondrían por la fuerza como presidente de la república al teniente general Jorge Rafael Videla; uno de los más crueles dictadores de la historia de Argentina.

Ante esa situación, para Olga y para Manuel España era un horizonte de luz y de esperanza.

“España era para nosotros como una leyenda que a uno se le mete en el corazón –comentaba Manuel en 1985–. Teníamos de España una imagen romática, porque así nos la pintaban los poetas españoles y los emigrantes, y uno empezaba a imaginarse cosas que, desde luego, tienen que ver bastante con la realidad.

“Al llegar acá, España supuso para Olga y para mí ese puerto benigno y en calma que nos alejaba de la tempestad. España fue para nosotros como una droga, en el buen sentido de la palabra; en realidad, somos hispanoadictos”.

Así, con esa ilusión, con una maleta, dos guitarras y un niño que acababa de cumplir ocho meses, Olga y Manuel aterrizaron en Madrid.

“Recuerdo –cuenta Olga– que el día que llegamos fuimos directamente a la pensión Alonso, que estaba en la calle del Pez; pensión en la que pasamos los primeros meses de nuestra vida en España. Aquella misma noche, dejamos a Tabaré al cuidado de la dueña de la pensión, que era una señora muy amable, y Manuel y yo nos fuimos a dar un paseo por la ciudad y a celebrar nuestra llegada brindando con unos vinos y unos taquitos de jamón. Fue una noche inolvidable”.

Pocos días después, por mediación del poeta Félix Grande, con el que compartían una buena amistad, Olga y Manuel acudieron a la sala de conciertos madrileña Candombe en la que les hicieron una prueba, y a los pocos días los contrataron.

Ya plenamente integrados en España, y con cierta seguridad económica –gracias a sus actuaciones en Candombe–, Olga y Manuel decidieron embarcarse en una aventura musical diferente de la que venían desarrollando. Esta aventura se concretó, en 1974, en la adaptación y la musicalización de la obra teatral de Pablo Neruda "Fulgor y muerte de Joaquín Murieta", escrita en 1967.

En Fulgor y muerte de Joaquín Murieta se narra la leyenda de un joven campesino chileno de diecisiete años que emigró hacia California, en 1850, en busca de oro, y que terminó su vida convertido en un mítico justiciero rebelde asesinado el 23 de julio de 1853, y al que se considera un símbolo del pueblo que lucha por su libertad y contra la injusticia.

Concluido aquel proyecto, Olga y Manuel entraron en contacto con Gonzalo García Pelayo y con Antonio Gómez –creadores y responsables de la serie de discos GONG, publicada por Movieplay–, e, inmediatamente, pusieron en marcha la grabación del disco y el montaje del espectáculo correspondiente presentado inicialmente en el colegio mayor San Juan Evangelista, de Madrid y con el que realizaron una gira prácticamente por toda España.

Por otra parte, "Fulgor y muerte de Joaquín Murieta" se grabó para RTVE, bajo la dirección de Luis Calvo Teixeira; grabación que obtuvo un segundo premio en el Festival Internacional de Milán de 1979

En 1975, Olga y Manuel tuvieron su segundo hijo, una niña a la que llamaron Trilce, y grabaron, de nuevo con la producción de Gonzalo García Pelayo, su segundo gran éxito discográfico titulado "Caraballo mató a un gallo (Movieplay, 1975).


Por aquellas mismas fechas, Gonzalo Reig –cofundador del grupo Calchakis– diseñó y abrió un local en pleno Madrid de los Austrias, al pie del Viaducto, llamado Toldería; local que llegó a convertirse, durante los años setenta y ochenta, en una especie de templo de la música latinoamericana. Sala de conciertos que Manuel Picón y Olga Manzano convirtieron, con sus permanentes recitales, en una especie de segunda casa.


OLGA MANZANO y MANUEL PICÓN
con MARÍA DOLORES PRADERA
y CRISTINA ALMEIDA
en la Sala Toldería.

En 1977, aparecieron en el mercado dos nuevos discos de Olga y Manuel"Aguardiente" y "Papá Bolero", auténtica joya rescatada en 2008 dentro de la colección El canto emigrado de América Latina.

A aquellos dos discos –y siempre con Gonzalo García Pelayo como productor–, los siguieron "Guarda el nombre de este amor" (1978) y "Los versos del capitán" (1979, bellísimo disco en el que Manuel musicalizó e interpretó, junto con Olga, diez de los poemas de amor integrados en el libro que Pablo Neruda escribió con ese mismo título; sin lugar a dudas, el mejor disco editado en España sobre canciones basadas en versos del gran poeta chileno. (El mismo año de la grabación de Los versos del capitán nació Nagot, tercer hijo del matrimonio.)

En la década de los años ochenta, Olga y Manuel grabaron cuatro nuevos discos y estrenaron cuatro espectáculos teatro-musicales.

Esos cuatro discos fueron "Canción de esquina" (1981), "Una fuerza natural" (1983) –en el que integraron dos nuevas canciones basadas en los ·”Versos del Capitán”, de Pablo Neruda–, "Marea negra" (1988) –magnífico LP en el que Olga y Manuel cantan, entre otras, tres bellísimas canciones de Luis Barros, extraordinario compositor uruguayo– y "Canto rodado", publicado por el Gobierno de Canarias, en 1989, con canciones compuestas por Manuel sobre poemas de Pedro Lezcano y reeditado en 2018 por el Cabildo de Gran Canaria.

Respecto a los espectáculos teatro-musicales montados por Olga y Manuel, a lo largo de los años ochenta, destaca, en primer lugar, el estrenado en el teatro Salamanca, de Madrid, en junio de 1983, con el título de "Sudacas"; obra en la que también participaron Claudina y Alberto Gambino y Rafael Amor.


Ese mismo año pusieron en escena, en El Gayo Vallecano, de Madrid, el monólogo "Un argentino en Madrid", escrito y representado por Manuel, bajo la dirección de Olga.

A aquella obra le siguieron otro monólogo titulado "Concierto desconcertado", y la cantata "Don Cristóbal de los Pájaros", obra planteada, por Olga y Manuel, como una actividad cultural verdaderamente alternativa a los numerosos actos que se programaron, por toda España, con motivo de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América.

Aquella cantata, se presentó en el teatro Coliseum, de Santander, el 11 de octubre de 1985, y, posteriormente, el 5 de septiembre de 1988, en una carpa montada en el patio del Centro Cultural del Conde Duque, de Madrid.

De esta obra Olga y Manuel realizaron la siguiente descripción:

Don Cristóbal de los Pájaros quiere ser una visión poética de la gesta de don Cristóbal Colón desde la óptica de sus marineros y la gente del pueblo que se quedó en tierra. Indagar un pasado tan remoto, intuir el sentimiento de aquellas gentes simples y buscar en esas fuentes el material poético, nos pareció, a priori, un buen camino. La obra, entonces, se inhibe de juicios y exaltaciones para sumirse en lo humano, descubrir el miedo, la alegría, las pasiones esenciales del hombre puesto en un límite de incertidumbre. Si no se ha pretendido juzgar, sí, en cambio, se ha dejado fluir un cierto escepticismo en lo que se refiere a las verdades históricas: ‘todo es mentira y es todo verdad’. Esta actitud, hemos creído, redunda en beneficio de una afirmación antagónica: el futuro sí es exacto.

“Mientras tanto, el personaje que inventamos se situó fuera del tiempo y la distancia, adquirió la facultad de recordar desde aquí y desde hoy, como, también, poder desandar cinco siglos y reaparecer en un polvoriento callejón medieval y revivir encontrados sentimientos y sucesos. Los otros personajes, la música, el silencio y las luces, no son sino el material de sus sueños y memorias”.

Para la realización de aquel proyecto, Manuel Picón solicitó varias subvenciones oficiales sin las que resultaba imposible afrontarlo; se le prometieron, pero, una vez realizada la inversión, nunca llegaron porque, en realidad, aquella obra planteaba una visión del "Descubrimiento" que era alternativa, y que no se ajustaba a los planteamientos ideológicos y políticos con los que se había diseñado y desarrollado del V Centenario.

En plena crisis económica provocada por aquella situación Manuel –con su inagotable fortaleza y creatividad– puso en marcha un nuevo proyecto consistente en recuperar un clásico principio didáctico, prácticamente olvidado: "enseñar a los niños y a las niñas cantando y deleitando". Proyecto al que Manuel llamó "Canciones y jueguercicios de ortografía y expresión escrita" (1990).

Tres años más tarde Manuel compuso y grabó un nuevo disco en solitario al que tituló "Tangos rabiosamente uruguayos" (1993).

Creo que aquel disco –en el que le acompañó al bajo, a la guitarra y como arreglista Daniel Petruchelli– fue su testamento poético y musical. Un disco en gran medida autobiográfico del que Manuel comentó: “Quisiera que alguien experimentara la mitad de la nostalgia y de la emoción que sentí al escribirlo, tuve que hacerlo muy despacio; al principio no podía cantar los tangos que yo mismo había compuesto porque se me llenaban los ojos de lágrimas”.


El 16 de septiembre de 1994 Manuel muríó como consecuencia de un ataque de asma.

“El último recital que dimos, como dúo y como pareja –recuerda Olga–, fue la noche anterior en el teatro Príncipe. Sólo había catorce espectadores; los catorce, al final del recital, puestos en pie gritaban: ¡Bravo!, y uno de ellos, espontáneamente, exclamó: Hasta las butacas tendrían que pagar vuestra labor".

Tras su muerte, un grupo de amigos le rindieron a Manuel Picón un homenaje que se celebró el 28 de octubre de 1994 en el auditorio de Comisiones Obreras de Madrid; histórico homenaje en el que participaron, entre otros, José Antonio Labordeta, Luis Pastor, Elisa Serna, María Dolores Pradera, Hilario Camacho, Pablo Guerrero, Chicho Sánchez Ferlosio y Rosa Jiménez, Quintín Cabrera, Poni Micharvegas, Carlos Montero, Pedro Guerra, Andrés Molina, Gonzalo Reig y el grupo Toldería, Nicolás Caballero, Juan Margallo, Carlos Telechea, Fernando G. Lucini, Eduardo Nogareda y los bailarines Marcelo y Marcela.

Más recientemente, el 29 de septiembre de 2005, el Centro Uruguayo de Madrid, en colaboración con la Embajada de Uruguay en España, organizó otro entrañable homenaje a Manuel Picón, que se celebró en el Auditorio Gabriela Mistral, de la Casa de América.

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