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lunes, 14 de noviembre de 2022

CARLOS MONTERO (VIVIOGRAFÍA)

 

Juan Carlos Zamboni, verdadero nombre de CARLOS MONTERO, nació en Buenos Aires, en 1938.

Carlos, con su corazón “siempre mirando al Sur”, es un músico y un guitarrista excepcional que, además, canta; y lo hace con eso que en el lenguaje flamenco se llama “jondura”, es decir, con una voz que le sale de lo profundo y que suena a suspiro o a desgarro del alma; voz interior percibida, en ocasiones, como lamento o quejío, y, otras veces, como confidencia amable y amiga que adquiere, en el tono sobrio de su voz, el valor de la palabra tierna, creíble y verdadera.

En su infancia y, por supuesto, en lo que sería su futuro artístico, desempeñó un papel fundamental el barrio concreto en que nació: fue en Mataderos, barrio que en el Buenos Aires de los años treinta era un lugar fronterizo entre la pampa y la gran ciudad.

A un lado de aquel barrio –y de la casa en que nació Carlos– se encontraba el mundo y la realidad rural, con sus paisajes, sus gentes sencillas, el verde, el ganado, el gaucho y su folclore –zambas, milongas y chacareras–; al otro lado, la ciudad, el suburbio, la sed de verde, la calle, el arrabal, el bullicio, la soledad, el tango; género musical de carácter urbano y popular que el gran Discépolo definió como un pensamiento triste que se baila.

Zambas, milongas, chacareras... y tangos..., que Carlos fue integrando en su sensibilidad musical; sensibilidad reforzada, además, a través de su formación clásica, adquirida, inicialmente, en las clases particulares de guitarra que recibió en su casa, y, poco tiempo después, en el Conservatorio Nacional de Música Carlos López Bouchardo.

El hecho fue que Carlos a los cinco años ya tocaba la guitarra.

Su padre –también guitarrero, que formaba parte de un grupo musical llamado Alberto Coria y su Cuarteto– lo que más deseaba era que su hijo se dedicara exclusivamente a estudiar, pero, a pesar de sus deseos, no pudo evitar que Carlos, siendo aún muy niño, iniciara sus primeras actuaciones en público.

“En casa había gran tradición –comentaba Carlos en el diario Madrid, el 6 de noviembre de 1971–. Era lógico que me entusiasmara con la música desde el principio. Pero fue un aprendizaje duro, porque había que vivir y ganar dinero.

Así, toqué en salas de fiestas y cabarés, en salones folclóricos y boites, cuando era todavía un adolescente. Por supuesto, con el permiso de mi padre en el bolsillo, por si la policía me encontraba a altas horas de la noche en la calle... Después, ingresé en el Conservatorio de Música, donde aprendí las normas de lo clásico, que afortunadamente no destruyeron para nada mi entusiasmo ni mi afición por el folclore [...]. En el Conservatorio aprendí lo clásico; la calle me enseñó el folclore, lo que cantaba y sigue cantando la gente”.

Hasta 1959, Carlos Montero –o, mejor, Juan Carlos Zamboni– participó en diversos grupos musicales y afianzó su carrera como solista ofreciendo recitales de canto y guitarra en los que interpretaba, sobre todo, temas folclóricos.

Uno de aquellos recitales fue, por ejemplo, el que dio, en Buenos Aires, el 9 de agosto de 1958, organizado por MEEBA, Asociación de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes.

Aquel recital, en el que Carlos interpretó obras populares de Ariel Ramírez, de Oscar Valles, de Eduardo Falú y de Jaime Dávalos, fue presentado en los siguientes términos: “Nuestra música autóctona, expresión melancólica de ardiente sentir que anida en los sentimientos de los hombres de nuestra tierra, tiene un ferviente y expresivo cultor en el joven artista Juan Carlos Zamboni [...].

En 1959, con toda la experiencia artística acumulada, Carlos recibió la oferta de un conocido músico argentino, Hugo Díaz, para incorporarse a una compañía folclórica que estaba montando con la intención de emprender una gira por diferentes países europeos; entre ellos, Alemania, Bélgica y Holanda.

Carlos aceptó la propuesta e ingresó en aquella compañía, que, con el nombre de "Hugo Díaz y sus Changos", integraban el propio Hugo, Victoria Díaz –su mujer–, Carlos, Alberto Cortez y un bailarín apellidado Ferreira.

Así fue como Juan Carlos Zamboni, ya con el nombre artístico de Carlos Montero –sugerido por el representante de Hugo Díaz–, viajó por primera vez a Europa para presentar un espectáculo al que llamaron "Argentine National Tanz-Show".

Finalizada aquella gira europea, Hugo Díaz y Victoria regresaron a Argentina, y Carlos Montero y Alberto Cortez decidieron quedarse en Europa.

Esta decisión la motivó el gran éxito que en aquel momento había logrado Alberto con la grabación, en Bruselas, de sus primeras canciones; entre ellas, "El sucu-sucu" y "Las palmeras"; grabación realizada en noviembre de 1960, en la que Carlos le acompañó a la guitarra. Aquella circunstancia le permitió a Alberto darse a conocer por toda Europa, y empezar a ofrecer numerosos recitales, en los que Carlos Montero solía acompañarle.

En 1964, Alberto Cortez, tras contraer matrimonio con Renée Govaerts, fijó su residencia en España, y Carlos, siguiendo sus pasos, tomó la decisión de trasladarse a vivir a Madrid.

Durante varios años –en concreto, entre 1964 y 1971, y, posteriormente, siempre que se lo solicitaron–, Carlos, vinculado totalmente a la canción de autor, llegó a convertirse en uno de los más importantes arreglistas de la época; por ejemplo, prestó su sensibilidad, su maestría y su sabiduría musical a artistas como Alberto Cortez, Luis Eduardo Aute, Mari Trini, Patxi Andión, Gontzal Mendibil, Jerónimo Granda, Adolfo Celdrán, Mestisay, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Carlos Cano y muchos más.

En 1971, tras todo ese recorrido musical, decidió grabar su primer disco, con el fin de reivindicar y actualizar el auténtico folclore de su país natal. Aquella fue una aventura apasionante, gracias, entre otras razones, a su encuentro con el poeta argentino José Alberto Santiago –ganador del premio de poesía Leopoldo Panero, y hoy lamentablemente fallecido–, que llegó a convertirse en su cómplice literario inseparable.

“Yo siempre tuve ganas de hacer un disco –le comentaba Carlos a Alberto Míguez, en la entrevista al diario Madrid antes citada– He trabajado en varias casas de discos y estoy muy relacionado con el ‘medio’. Pero necesitaba una persona que compartiera mis propias inquietudes. Yo soy un mal letrista; no soy escritor, soy músico. Hasta que un día conocí por casualidad al poeta José Alberto Santiago, que compartía mis propias inquietudes pero desde otra perspectiva: la de la literatura. Él buscaba una persona que pudiera musicalizar sus poemas. Yo buscaba una letra adecuada para mis músicas. Comenzamos a reunirnos y hablamos largo rato”.

Primero, surgía el tema poéticamente, y, después de muchas tentativas, tensiones, discrepancias, iban saliendo la música y la letra al unísono. No se trataba, pues, de dos realidades autónomas que llegaban a unirse, sino de un solo acto de creación, realizado al mismo tiempo por dos personas. Después de la reunión, cada uno se iba a su casa y revisaba, mejoraba los textos y la música. Claro que no todas las tardes fueron inspiradas. Nos pasamos muchas horas en blanco, sin saber qué escribir ni qué inventar. Otras eran, por el contrario, tremendamente fecundas. Dependía del estado de ánimo y de la inspiración”.

Así fue como nacieron los tres primeros discos de Carlos Montero; tres obras inolvidables que se convirtieron en documentos sonoros básicos para entender y para disfrutar de la auténtica música popular argentina.


El primero se llamó "De la huella" (Movieplay, 1971), disco en el que, además de las canciones compuestas sobre textos de José Alberto Santiago, Carlos incluyó el tema "Hacia la ausencia", de Jaime Dávalos y Eduardo Falú, y una preciosa zamba basada en un poema de Patxi Andión. Con ese disco ya en el mercado, Carlos Montero participó en el Primer Festival Internacional del Poema Musicado –también llamado "Festival del Fuego"–, celebrado en septiembre de 1972, en el Club Entrepicos, de la sierra madrileña.

En aquel festival, Carlos y José Alberto obtuvieron el primer premio con el tema "Zamba de la pensión"; canción que grabó y editó Movieplay en un single, y que inmediatamente adquirió una gran popularidad.

Los otros dos discos de Carlos, creados en colaboración con el poeta José Alberto Santiago sobre temas del folclore argentino actualizados, fueron los titulados "De las raíces" (Movieplay, 1973) y "De allá lejos y este tiempo" (Movieplay, 1976).

Paralelamente al trabajo creador que hemos analizado, en el que Carlos realizó la reivindicación y la actualización del auténtico folclore rural de su país, también se propuso la necesaria recuperación de la esencia de otro género de la música popular argentina de carácter más urbano: el tango; recuperación personalísima y dignificadora que calificó como "Tangos a mi manera", nombre del primer LP, grabado en 1973 por Carlos Montero y dedicado exclusivamente a ese género.

En la contraportada de la carpeta de aquel disco, Carlos escribía:

«Quiero dejar constancia de que el tango es una parte más de la música popular argentina y de que Buenos Aires es otra de las muchas regiones que le dan variedad y riqueza al folclore.

Por todo esto y a mi manera, quiero rendir un homenaje a aquellos hombres que, alrededor de los años treinta, comprendieron el peligro de la comercialidad y la cursilería que rodeaba al tango.

Gracias a sus obras, podemos gozar hoy de su autenticidad y también del peculiar lenguaje que aún se mantiene, ¡lo único quizá!, y que les da a los porteños esa particularidad que distingue a los pueblos con propias y entrañables raíces».

Homenaje que en "Tangos a mi manera" se traduce en la exaltación de grandes nombres propios como Homero Manzi, Aníbal Troilo, Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores, y en piezas hermosamente inolvidables como "Cambalache", "Cafetín de Buenos Aires", "El último organillo", "Malena", "Sur" y "Che bandoneón".

Catorce años más tarde, sin dejar de trabajar como compositor y como arreglista, y de acompañar a la guitarra a muchos de los compañeros artistas antes citados, Carlos grabó y publicó una nueva obra, titulada "Y sigo con los tangos..." (Saga, 1987).

En aquel disco volvió a hacerse presente la obra de Discépolo con temas como "Esta noche me emborracho", "Victoria" y "Yira yira"; y, junto a él, otros grandes creadores argentinos como Homero Expósito, Nicolás Olivari, Homero Manzi o Eladia Blázquez autora del tango "Sin piel".


«¡Ya sé! Llegó la hora de archivar el corazón... / de hacer con la ilusión, que no me va a servir / un lindo paquetito con una cinta azul, / guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir... / Es hora de matar los sueños, / es hora de inventar coraje / para iniciar un largo viaje/ por un gris paisaje sin amor. [...]»

A partir de aquel momento, la presencia discográfica de Carlos, interpretando tangos, fue permanente. Entre sus discos figuran los siguientes:

"Con el tango en el bolsillo" (Saga, 1989), "Perfil de tango" (RTVE-RNE, 1990), un segundo disco titulado "Tangos a mi manera" (RTVE-RNE, 1990) –ilustrado con un magnífico retrato de Aute–, "Conversando en tangos" (1992) "Naturalmente, tangos" (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001), "Tangolatría" (Sello Autor, 2008), y "Me gusta el tango" (2015).

Es importante decir, por último, que, en 1990, fue galardonado con el premio Gardel de Oro, otorgado por el Centro Cultural Argentino del Tango, en Buenos Aires, y que ha sido director y presentador, en Radio Nacional de España, del programa titulado "La noche que me quieras".

Carlos, tras esa intensa y apasionante vida como magnífico compositor, nos dejó el 4 de mayo de 2016.

2 comentarios:

  1. Impresionante biografía. Gracias. Tuve gran amistad con él. Tan generoso, nunca dejaba de venir a la feria del libro de Madrid a verme. Pero siempre me quedó la pena de que cuando al fin estaba trabajando poemas para él se nos marchó

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