Chicho, hijo del escritor Rafael Sánchez Mazas –dirigente falangista que llegó a ser ministro de Franco durante los años 1939 y 1940–, fue, como a él le gustaba decir, el lado "canalla" de su familia.
Enfrentado a la educación que había recibido y el pensamiento de sus padres, Chicho se manifestó desde muy joven como una persona profunda y admirablemente inconformista; un ser humano con una tremenda y desbordante sensibilidad, que, transgrediendo todo tipo de códigos y de convencionalismos sociales y políticos, siempre entendió la vida como una provocación; una provocación para sí mismo en su anhelo por la libertad y, a la vez, una provocación de trasfondo solidario proyectada en su forma de entender la existencia y en todas sus creaciones.
Un ser humano bondadoso, coherente y de gran generosidad –como bien pudimos constatar quienes tuvimos la suerte de conocerle– que poseía una extraordinaria inteligencia y una fina y aguda creatividad, que puso en juego y desarrolló a lo largo de su vida en múltiples y variopintas actividades: desde su afición por la lingüística, por los cálculos matemáticos y por las investigaciones informáticas, hasta la invención de complejos y divertidísimos juegos y rompecabezas, pasando por aquella etapa de su vida en que se especializó y trabajó como corrector de estilo, o lo que fue su actividad preferida: la creación musical y la composición de canciones.
Es prácticamente imposible encontrar a alguien que, conociéndole de verdad, se atreva a poner en duda su gran personalidad y su extraordinaria calidad humana. Amancio Prada, que compartió con él amistad y escenarios, en la presentación de su libro-disco "Hasta otro día. Chicho" (2004), dice lo siguiente:
«Chicho ha sido una de las personas más inteligentes y bondadosas que he conocido. Se interesaba por todo, sabía de casi todo, Así se lo le dije un día. “Qué va, qué va, lo que pasa es que donde los demás tienen lagunas yo tengo islotes”…, me contestó. Era elegante en su desaliño, educado y generoso, dulcemente ácrata y benevolente; benevolente en el sentido de querer encontrar el bien, la bondad y el placer [...].
»Me llamaba la atención su mirada reflexiva, siempre lúcida, que te hacía ver las cosas desde una perspectiva distinta. Pero, por muy crítico que fuera, nunca manaba de él rencor ni amargura. Serio y sonriente. Respetuoso con todo el mundo: “Las ideas son para las personas, y no al revés. Hay que respetar más a las personas que a las ideas, porque las personas sufren y las ideas no”.»
Amancio Prada, Isabel Escudero y Chicho. |
En realidad, Chicho empezó a componer y a interpretar sus canciones porque, como me comentó en alguna ocasión, le salía espontáneamente, y porque aquello, además de parecerle bastante serio y necesario, le resultaba sumamente divertido.
Su primera canción surgió en 1962, año en que tuvo lugar una importante huelga minera en Asturias que movilizó a más de setenta mil trabajadores, y con la que se solidarizaron miles de mineros, de campesinos y de obreros industriales de Vizcaya y de Guipúzcoa.
En aquel momento, Chicho se encontraba haciendo el servicio militar, y cuenta que, como le parecía demasiado absurdo y aburrido, un buen día se le ocurrió coger la guitarra y componer una canción dedicada a los mineros asturianos; una primera canción a la que tituló "Copla del tiempo. Primera parte: Los mineros en huelga".
Poco tiempo después, compuso una de sus canciones más conocidas "Los gallos" o "Gallo rojo, gallo negro", canción en la que logró retratar de forma simbólica, pero a la vez muy directa, la situación política y social vivida en España en aquella época.
Otra de las primeras canciones de Chicho Sánchez Ferlosio que merece la pena destacar fue su elegía a Julián Grimau. Chicho conocía personalmente a Julián, y sintió como se le desgarraban las entraña aquella madrugada del 20 de abril de 1963 en que fue despiadadamente fusilado. A los pocos días de ese lamentable acontecimiento, Chicho compuso la que llamó simplemente, "Canción de Grimau", una gran canción en la que funde, de forma inseparable, la ternura, la indignación y la esperanza; desde mi punto de vista, una de las mejores canciones de Chicho.
«He conocido el crimen una mañana, / color tiene mi pena de sangre humana / sólo nubes y polvo lo presenciaron, / Julián Grimau, hermano, te asesinaron, te asesinaron. // Ya no nace en la tierra ni un pensamiento / que no lleve esta pena dentro del cuerpo / del dolor de mi pueblo nace mi canto / cuerda de mi guitarra sois compañeras de nuestro llanto. // Malditos los que dicen de la venganza, / mientras mueren los pueblos por la esperanza. / Silencio de mi tierra que amargo suena / las piedras del camino hoy sangre llevan, hoy sangre llevan. // Nacerá trigo joven entre besanas, / las razones de nuevo tan pisoteadas, / pero a pesar de todo yo sé que un día / tú estarás con nosotros como querías, como querías.»
Las primeras canciones de Chicho aparecieron grabadas, con su propia voz, en 1963; fue en un disco clandestino editado en Suecia, titulado "Canciones de la resistencia española"; disco ilustrado por José Ortega que contenía seis canciones: las tres anteriormente citadas –"Copla del tiempo. Primera parte: Los mineros en huelga", "Los gallos" y "Canción de Grimau"– y "La paloma", "A la huelga" y "Canción de soldados".
En aquel histórico disco en ningún momento se citaba al autor y al intérprete de las canciones, lo que se justificaba con la siguiente leyenda: "Se silencia el nombre del autor por razones de seguridad".
El disco circuló rápidamente por todo el mundo, y aquellas canciones se hicieron muy populares y fueron adoptadas en muchos casos, dentro y fuera de España, como auténticos himnos por las diferentes organizaciones políticas de izquierdas de la época, y, en particular, por la Unión de Juventudes Comunistas.
Durante varios años, dado el anonimato en que se editaron, llegó a pensarse que eran canciones tradicionales y anónimas. Concretamente el compositor y cantautor Poni Michaevegas, al referirse a la canción "Los gallos" recuerda: "La coreábamos fervorosamente en Buenos Aires en la década de los sesenta, creyendo que tenía origen en las canciones revolucionarias de la Guerra Civil española".
Es más, fueron canciones que llegaron a aparecer en numerosos cancioneros como canciones anónimas; así ocurrió, por ejemplo, en el cancionero editado en Fráncfort, en 1967, "Protest-Lieder aus alter Welt" ("Canciones de protesta de todo el mundo").
En España, sólo pasados unos años se reconocieron como canciones de Chicho, reconocimiento que, en realidad, dado su carácter y su personalidad, a él era lo que menos le importaba.
Y es que como decía Moncho Alpuente, "la vida de Chicho Sánchez Ferlosio fue una fuga constante para escapar de las etiquetas, incluso de las más favorecedoras, como podían ser las de la fama y la fortuna".
A partir de mediados de los años sesenta, los contenidos y los ritmos de las canciones de Chicho se diversificaron sin renunciar por ello, en ningún caso, a su lenguaje claro, directo y descaradamente popular, diversificación de la que el mismo Moncho Alpuente dejaba constancia en su artículo "De profetas y náufragos", incluido en el libro "Pueblo que canta" editado, en 1983, por la Asociación para la Música Popular
«Chicho Sánchez Ferlosio, cantor de gesta y de burla –escribe Moncho–, representaba y representa la espontaneidad de la auténtica canción popular, canción con un "pedigree" en el que figuran Quevedo y el Arcipreste, la sátira medieval y el cancionero anónimo [...].
Irrepetible como genio desaprensivo que es, Chcho se muestra capaz de poner su ironía demoledora en ritmo de polo margariteño, ranchera, blues o canción napolitana, y fustiga, ajeno a las modas y a las tentaciones del mercado, al poder en cualquiera de sus formas, disfrazado de Gobierno, oposición, ley, orden, empresa multinacional, partido o siglas comerciales».
Su producción fue inmensa; llegó a componer cientos de canciones, la mayoría de ellas, lamentablemente, desconocidas. En realidad a lo largo de su vida sólo grabó tres discos, el editado en Suecia (1963 y 1974), un LP titulado "A contratiempo" y un single, editado por Nuevos Medios en 1982, en el que, junto con su compañera, Rosa Jiménez, interpretó dos canciones: "Coplas retrógradas" y "Zumba que zumba".
Al margen de esos tres discos, también pueden escucharse algunas de sus canciones interpretadas y grabadas por otros artistas; entre ellos, Rosa León, Teresa Cano, Joaquín Sabina, Quilapayún, Víctor Jara, Amancio Prada o Paskual Kantero "Muerdo"
Del análisis de todo el amplio y variado cancionero de Chicho Sánchez Ferlosio se otiene, con evidencia, una conclusión: él fue el gran maestro en el arte, nada fácil, de convertir la canción en crónica del acontecer cotidiano, no sólo de un pueblo y de un país como el nuestro, sino, sobre todo, de los sentimientos y de los latidos de toda una generación de insumisos que amábamos, y seguimos amando, la paz, la justicia y la libertad, pase lo que pase, y "mientras el cuerpo aguante" –título del documental que Fernando Trueba rodó en 1982 sobre la vida y la obra de Chicho–.
Crónica del acontecer cotidiano ingeniosa, profunda, directa, incisiva y tierna a la vez, y, sobre todo, de una gran frescura creativa nacida de su gran capacidad de observación de la realidad, de su libertad radical y de su tremenda espontaneidad; cualidades que le convirtieron en un ser humano particularmente incómodo porque en cualquier momento, y ante cualquier circunstancia sabía decir cantando –con convicción– lo que sentía y lo que penaba.
En 1999, poco antes de declarársele la enfermedad que le llevó a la muerte, Chicho realizó una de sus últimas y más interesantes composiciones. Se trata de unos romances escritos y cantados para el documental, dirigido por Jean Louis Comolli y Albert Boadella, "Vidas y muertes de Buenaventura Durruti anarquista".
Por desgracia, Chicho Sánchez Ferlosio se nos fue en el mes de julio de 2003. Aquel día perdimos, sin duda, su cálida presencia y su sabio magisterio, pero ahí quedan sus canciones; ahí queda su "gallo rojo "que no está dispuesto a rendirse, aunque lo desplumen.
Recientemente se ha publicado el CD "Yo no vivo por vivir" (1999) en el que se recogen canciones de Chicho que fueron grabadas a finales de los 60 en un magnetofón; el documental "Si me borrara el viento lo que yo canto" de David Trueba, que narra la prodigiosa historia de Chicho y de unas canciones que han vencido al olvido para convertirse en himnos; en 2022 el CD "La última noche en el Círculo de Bellas Artes" precioso e imprescindible disco en el que le acompaña Rosa Jiménez.
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