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sábado, 17 de diciembre de 2022

JUAN ANTONIO CASTILLO (VIVIOGRAFÍA)



Juan Antonio Castillo nació en Córdoba en 1966.

Inicialmente, en abril de 1986–, con el seudónimo de "Patuchas", creó el grupo de rock "Pabellón Psiquiátrico" junto con Juanma Copé al saxo, Paco Marín a la guitarra, Fernando Prats al bajo y Fernando Alcántara a la batería. 


Reunidos en un bar de Córdoba llamado "Billar" el grupo dio su primer concierto sin más intención que la de ofrecer un espectáculo divertido a los asistentes. 

El estilo desenfadado e irreverente de sus canciones tuvo una muy buena acogida y Paco López, integrante de La Banda Sureña, que se encontraba entre el público, les animó a que grabaran una maqueta, cosa que hicieron en febrero de 1987.

Con la maqueta bajo el brazo se desplazaron a Madrid en busca de una discográfica y en los primeros días de mayo, logrando, ante el asombro del propio grupo, que Fonomusic firmara con ellos su primer contratado de grabación.

En octubre de ese mismo año, con la producción de Tomás Pacheco, grabaron y publicaron su primer álbum titulado "La primera en la frente", disco en el que figuran canciones como "G De Gilipollas", "La flauta de Bartolo", "Olé, torero" o "En el cielo no hay alcohol", todas ellas compuestas por Juan Antonio,

Aunque aquel disco fue muy censurado por las radios comerciales de la época, el grupo tuvo muy buena acogida en sus directos y en el verano de 1988 organizaron una gira por toda España consiguiendo un gran éxito.

Poco después, en septiembre de ese mismo año, viajaron a Argentina, donde sus  canciones se hicieron muy conocidas.

Al volver de la gira argentina, Paco Marín dejó el grupo y entró a formar parte de él Charly Japón. Ese mismo año –1988– grabaron su segundo álbum titulado "Somos dos lactantes", al que le sucedieron "Tongo banana" (1990) y "Pabellón psiquiátrico" (1991). Al año siguiente Fonomusic publicó un recopilatorio titulado "Lo más salvaje (1987-1992)" con catorce de sus mejores canciones.

Una vez disuelto en grupo "Pabellón Psiquiátrico", en 1992, Juan Antonio se trasladó a Granada para estudiar filología hispánica y, posteriormente, a Madrid, donde inició sus estudios de Arte Dramático. Hay que recordar que Juan Antonio, además de ser un apasionado por la música, también sentía una gran atracción por el mundo del cine y del teatro, sobre todo por el teatro experimental como forma de expresión libre y desprejuiciada. En concreto escribió obras y comedias musicales como "Mambo" o "Ruta rosa".

Por aquellos mismos años, tomó la decisión de reemprender su carrera musical –en solitario–, y continuó escribiendo y componiendo un conjunto de canciones en las que se fundían la ironía y el humor con un tono general de inconformismo y de sutil desencanto; todo ello aderezado con unas grandes dosis de sensibilidad y de ternura. Canciones que en su voz, y con su música, resultaban extraordinariamente atractivas y sugerentes.

En aquellas canciones; Juan Antonio nos narraba historias, aventuras y situaciones, magistralmente contadas, que respondían y hacían referencia a experiencias reales vividas por él mismo, o que surgían como fruto de su desbordante imaginación, pero que eran, en realidad, totalmente proyectivas de su situación personal y de sus sentimientos.

"Historias increíbles" –como solía llamarlas el propio Juan Antonio– que se movían temáticamente entre el rechazo a la soledad no buscada y la necesidad del amor entendido como una "fuerza poderosa que está en todas las cosas y las hace más hermosas" –expresión tomada de su canción "Si tú, si yo"–.

De entre aquellas canciones hubo una, no precisamente de las de mayor calidad dentro de su repertorio, que le permitió experimentar, en muy poco tiempo, un gran éxito y una gran popularidad, fue la titulada "Danza de los cuarenta limones"; canción absolutamente machacona y surrealista, en la que Juan Antonio formulaba una referencia explícita a Peter Greenaway, advirtiendo que, aunque pudiera parecerlo, su canción nada tenía que ver con las películas del conocido director de cine británico. «Sé que parece una película de Greenaway –cantaba–, yo y mis limones rodando juntos al atardecer [...], pero es tan sólo un ejercicio de malabarismo, me da lo mismo que nadie lo pueda entender, yo y mis limones tenemos tanto de que hablar.»

La historia del éxito de aquella canción fue tan aparentemente increíble como las que él mismo solía narrar en sus letras. Ocurrió así:

A finales de 1995, el periodista y presentador de televisión Pepe Navarro –que en aquel momento dirigía "Esta noche cruzamos el Mississippi"– descubrió aquella canción, y, como le resultó divertida y fácilmente comercializable, decidió incorporarla a su programa. Y así, todas las noches, aparecía Juan Antonio en el televisor cantando su "Danza de los cuarenta limones", acompañado de unas provocativas "titis", con hermosas "tetas limoneras", que bailaban detrás de él. 

A partir de ahí, al poco tiempo, la "canción de los limones" se hizo tremendamente popular, y, con ella, saltó también a la fama aquel muchacho andaluz que cantaba lo que la mayoría de la audiencia consideraba como una ingeniosa ocurrencia más de Pepe Navarro.

Inmediatamente después, la discográfica Virgin se interesó por aquel "producto musical" y Juan Antonio grabó su primer y único disco en solitario: "Las increíbles aventuras de Juan Antonio Canta"(1996),álbum en el que, además de la canción "Danza de los cuarenta limones" –que no podía faltar– incluyó trece magníficos temas como "Te quiero", "Catherine Deneuve", "Cama roja" o "Pasa la gorra".

A partir de aquel momento, a Juan Antonio se le planteó un serio conflicto personal: de repente, se convirtió en un artista reclamado y reconocido sólo por una canción que llegó a eclipsar realmente el resto de las que había compuesto; canción que, en consecuencia, marcó su identidad artística en una dirección que, en realidad, poco tenía que ver con sus planteamientos y con sus aspiraciones personales.

Tanto fue así que en algún momento llegó a decir: "Un día salí en la tele y me vino una avalancha encima. Me veo y me doy pena, porque soy algo más que el hombre de los mil limones".

Pasados unos meses de aquel éxito, en diciembre de 1996, Juan Antonio decidió suicidarse; desgraciada y desgarradora noticia que el diario "El Mundo" recogió, el 24 de diciembre de 1996, con el siguiente titular: «Un heterodoxo vencido por cuarenta limones.»

Es muy difícil y aventurado determinar las causas de un suicidio, que con frecuencia se produce, inesperadamente, como resultado de un estado depresivo. En el caso de Juan Antonio, se dijo que murió como consecuencia de un éxito que le desbordó poniendo en crisis su identidad; en realidad se desconocen las causas. De cualquier forma, lo cierto, y lo lamentable, fue que aquella muerte en plena juventud –tenía treinta años– cercenó la existencia de un gran hombre que podría haber llegado a convertirse en uno de nuestros mejores y más interesantes creadores y compositores contemporáneos.

Más recientemente Asbel Esteve Obiol ha dirigido y rodado una película/documental que, con el título de "Patuchas, el hombre de los mil limones" (2014), nos ofrece el testimonio y el recuerdo sobre la vida del genial músico y dramaturgo cordobés Juan Antonio Castillo (Córdoba, 1966-1996).

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